sexta-feira, 18 de junho de 2010

Texto extraído do blog de Luiz Alberto Warat


La mediación para una comunidad participativa

Por Juan Carlos Vezzulla


III entrega


Abordaje de un mediador para una comunidad participativa

En un primer momento, usamos para este mediador el nombre de animador social, siguiendo la denominación portuguesa, considerando que ellos debían “animar”, incentivar a los miembros de una comunidad a participar y a asumir sus propios problemas. Pero el significado distorsionado que la palabra animador recibía, fundamentalmente en Brasil, como presentador de programas televisivos o promotor de fiestas y de diversión, me llevó a usar directamente el nombre de mediador para una comunidad participativa.

La primera cuestión a ser pensada es con que objetivo nos acercamos a una comunidad. Los modelos asistencialistas están tan incorporados en todos nosotros que nuestra aproximación con el objetivo de ayudar ya conlleva la diferenciación entre ellos que necesitan y yo que no necesito.Esa diferenciación promueve un distanciamiento que inhibe el real conocimiento de la realidad de una comunidad.

La única aproximación posible es la de partir del respeto por una identidad que desconocemos. Yo no sé quiénes son ellos, yo no sé cómo son ellos. A partir de esta actitud respetuosa sólo nos queda observar, observar atentamente para descubrir cómo son, sin comparaciones ni juicios.

Aquí debemos hacer una diferenciación entre observar, que es simplemente registrar lo que nuestros sentidos nos informan, e interpretar, conclusión posterior a la observación que nos lleva a dar sentido, intenciones, objetivos y razones a lo observado.

Si realmente queremos saber cómo es o cómo son, debemos observar sin interpretar, dejando para un segundo momento que el trabajo de interpretación sea hecho por ellos mismos.

Esta tarea es semejante a la de diagnosticar. Una cosa es captar, observar una serie de hechos, de información recibida, otra es construir en base a ellos un diagnóstico.

Sabemos que la gran diferencia del mediador respecto a los otros profesionales es precisamente que aquél no busca diagnosticar, sino conseguir que los clientes se escuchen y que a partir de esa escucha y de esa toma de consciencia puedan realizar su diagnóstico, su reflexión sobre el estado de las cosas. Lo mismo debe hacer el mediador al aproximarse a una comunidad, observar, observar y observar para que la comunidad pueda diagnosticarse según sus propios criterios de realidad. (Estos conceptos están extraídos de la descripción aristotélica de catarsis como la depuración de los sentimientos de miedo y de piedad que liberarían al ciudadano.

Este concepto, después tomado por Gramsci, fue aplicado a la toma de consciencia para abandonar la posición “egoístico pasional” individualista.)Es éste el mayor de los respetos, aceptar la elaboración de la información realizada por ellos según sus propios parámetros. Reconocer, aceptando esa elaboración sin dar intervención a nuestros pensamientos, nuestra ideología y nuestros parámetros.

A partir de esa respetuosa aproximación es que podremos facilitar la integración de todos, pues al sentirse respetados es que consiguen participar, incluirse en las discusiones, expresar sus pensamientos y necesidades.

Veamos qué diferente resulta la aproximación cuando es realizada por medio de un modelo que excluye a todos los que no lo aceptan o que no se sienten identificados con él y, que al ser excluidos, encuentran en la violencia el único camino de expresión.

La inclusión, además de favorecer la participación, desarrolla la responsabilidad. Solamente nos sentimos responsables de aquello que es decidido por nosotros. Si ejecutamos lo decidido por otros, la responsabilidad queda a cargo de quien decidió.

Al ser respetados, respetamos. Al ser reconocidos, reconocemos. Reconocimiento y respeto son la base de la cooperación. La igualdad en las diferencias y el respeto a las necesidades y los derechos de todos es la cooperación.

Mayores dificultades
No solamente por nuestras experiencias sino también por la de otros, sabemos que la peor de las dificultades, trátese de Portugal, de Brasil o de México, es conseguir la participación de los ciudadanos en las discusiones sobre la propia comunidad de la que forman parte.
¿Cómo convocarlos? Cansados de ser usados por los políticos, los religiosos, los líderes (bien o mal intencionados) que sólo los quieren como objetos de sus objetivos, como número de seguidores, los ciudadanos están hartos de escuchar. Desean hablar, expresarse, ser oídos.

La acción

La escucha (observación) del mediador, exenta de todo comentario, va creando un cambio, una modificación. Sin promesas ni propuestas, sin planes y sin crear expectativas, alentando a hablar por medio de intervenciones puntuales -a veces resúmenes-_sobre lo que han dicho, resaltando la visión presentada por cada uno de ellos sobre los problemas de la comunidad y la forma de enfrentarlos –lo que propicia que cada persona se sienta cada vez más capaz de atender sus necesidades y de buscar soluciones por sí misma-, y de esta manera es posible conseguir que la ideología derrotista ceda a cada nueva capacidad que va reconociéndose.

Este reconocimiento hecho por la atención y el respeto con que son escuchados les permite desarrollar las habilidades que tienen para enfrentar responsablemente las dificultades.

A partir de este trabajo individual, el mediador realiza la convocatoria a una reunión, ejerciendo la coordinación de esa reunión para que todos puedan hablar, escucharse y finalmente construir una agenda de problemas y de diferentes opciones de solución. Cada nuevo paso los va confirmando en su capacidad de ejercer la autonomía y de resolver lo que los aqueja.

En México, el poco tiempo con el que contábamos nos permitió sólo trabajar con un grupo de aproximadamente sesenta internos, escuchándolos y promoviendo la expresión de sus dificultades. Fueron conducidos a que analizaran las dificultades que ellos mismos ponían a la realización de este trabajo de convocatoria en la prisión, y generalmente eran manifestaciones de incapacidad, de limitación y de impotencia.

Como respuesta a mis preguntas, ellos mismos fueron reconociendo que las limitaciones (fundamentalmente la falta de libertad y de libre movilidad) no les cortaba la capacidad de trabajar sus problemas y sus necesidades. A partir de las propias circunstancias podían crear acciones que les proporcionase una mejor calidad de vida, dándoles solución a los problemas cotidianos.

Si algunos de ellos habían sido capaces de formarse como mediadores y de crear un servicio de mediación entre pares, ¿cómo no iban a poder trabajar en el tratamiento de los problemas de la comunidad aunque no llegaran al servicio de mediación?, ¿cómo no iban a poder convocar, escuchar y animar a sus compañeros para que participativa y responsablemente expusiesen esos problemas y les buscasen soluciones?


Conclusiones

Partiendo de tres realidades diferentes y contando con una base teórica capaz de permitirnos operar seguros de que nuestras acciones respondían a una coherencia entre teoría y práctica, conseguimos alcanzar el verdadero objetivo de la mediación, el de llevar a los ciudadanos la emancipación que conlleva la capacidad de enfrentar y resolver los propios conflictos personales y comunitarios por medio de la participación, la responsabilidad, la cooperación y el respeto.

En síntesis, espero no solamente haber podido presentar unas experiencias que con certeza poco contribuyen a lo ya realizado en la práctica por muchos de nuestros colegas especializados en comunidades, sino que me gustaría haber motivado a los mediadores a que, sea donde sea que realicen su trabajo, no se queden exclusivamente ligados a él sin el cuestionamiento, sin la búsqueda de los correlatos teóricos que sostienen esa práctica y los resultados obtenidos con ella.

Podemos encontrar en el Derecho, en la Psicología, en la Sociología, en la Filosofía, en las Ciencias de la Comunicación y en otras ciencias las bases teóricas que den sentido y orientación a nuestra práctica. Pensar nuestra teoría y nuestro accionar desde todos los terrenos científicos posibles conseguirá consagrar a la mediación como el procedimiento que instaure definitivamente su filosofía como un modo de vida, que atienda a la dignidad de las personas y que influencie a todos los sectores de la sociedad.

Conseguir, en definitiva, que el pensamiento hegemónico no le abra solamente un espacio aparente para después usarla a su servicio, sino que se instituya como paradigma del derecho emancipador y de una realidad social más justa, más armónica, más humana.


Referencias bibliográficas

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Fuente: www.mediate.com

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